Los primeros insectos que llegan al cadáver son atraídos por los olores de los gases desprendidos en el proceso de degradación de glúcidos, lípidos y proteínas, produciendo ácidos y gases, así como otros productos que son la base de los cambios de color, olor y consistencia en un cadáver. Durante la putrefacción ocurre la descarboxilación, donde se produce sulfuro de hidrogeno, putrescina y cadaverina; lo que le da el olor característico a un cadáver. De esta forma, la compleja dinámica del proceso de descomposición se ve influenciada por una gran cantidad de factores, en donde los compuestos químicos resultantes de dicho proceso, juegan un papel preponderante en la presencia o ausencia de determinada especies. Los compuestos mencionados con anterioridad influyen directamente en la atracción de los adultos de dípteros de la familia Calliphoridae, Sarcophagidae, Muscidae, entre otros.
Como la descomposición es un proceso dinámico, estas moléculas nunca se encuentran en la misma concentración, ya que el perfil de las sustancias volátiles cambia durante las distintas fases. Esto hace suponer que las moscas tienen la capacidad de distinguir entre el inicio y final de cada estado de descomposición. Así por ejemplo, varias especies pueden completar parte de su ciclo biológico, encontrar pareja, alimentarse, etc., en un mismo nicho, lográndose establecer una sucesión de los insectos durante el proceso de putrefacción del cadáver hasta su reducción esquelética.
Los olores de este proceso de putrefacción son percibidos por los insectos mucho antes que el olfato humano pueda sentirlo. Por lo tanto, en casos donde una persona fue asesinada y su cuerpo fue abandonado o escondido, los insectos son los primeros organismos en descubrirlo y, de esta forma, se convierten en los primeros testigos. Sin embargo estos insectos pueden ser utilizados como evidencias en las investigaciones criminales y otros casos forenses, cuando el cádaver es hallado bajo condiciones extraordinarias, resultando insuficiente los métodos de la patología clásica, datando el intervalo postmortem mínimo (IPM), utilizando la edad y tasa de desarrollo de las larvas, en conjunto con la sucesión de insectos en la descomposición del cuerpo.
Para la determinación de este intervalo postmortem mínimo, existen curvas de crecimiento y desarrollo de diferentes especies de moscas asociadas a cadáveres, al estudiar un cuerpo con presencia de larvas de los primeros insectos colonizadores, esta evidencia se colecta y se procede a realizar una serie de procedimientos dependiendo el caso, el tamaño de las larvas encontradas en el cuerpo se compara con los tamaños reportados en las curvas de crecimiento para esa especie, obteniéndose el tiempo mínimo de muerte. En tal sentido, el tamaño de las larvas de las primeras especies colonizadoras de los cadáveres, son útiles para estimar el intervalo postmortem mínimo, es decir el tiempo aproximado de muerte, ya que una larva de mayor tamaño indica más días de vida del insecto y, por lo tanto, mayor tiempo de muerte de la persona.
Es posible que en determinados casos la data dada por el entomólogo forense no coincida con la data proporcionada por el médico anatomopatólogo que ha practicado la necropsia, esto puede ocurrir porque los insectos no colonizaron el cadáver en los primeros días del suceso (lugar de difícil acceso, casas perfectamente cerradas, vestimenta, condiciones climáticas, entre otras) o bien en los casos de abandono y maltrato en niños y ancianos en los que existen heridas y lesiones que son colonizadas por los insectos antes de producirse la muerte.
En Venezuela, las curvas de desarrollo de las especies que se utilizan para datar ese intervalo postmortem mínimo, en animales experimentales, son correspondientes para otros países. Aunque resulte válido en algunos casos por el hecho de que estas especies de moscas de interés forense se encuentran prácticamente en todo el mundo, las diferencias climáticas y otros factores de cada espacio geográfico pueden traer errores en la datación del intervalo postmortem mínimo. Los profesionales no deben reportar un cálculo de IPM exageradamente preciso sin aportar documentación sobre la variacción/error.
Otras de las utilidades de los insectos en la investigación criminal, es la determinación de la época del año en que ocurrió la muerte, en el caso de traslado del cuerpo de un sitio a otro, en el caso de muertes ocasionadas por sustancias toxicas, dar fiabilidad y apoyo a otros medios de datación forense, entre otras.
El uso de la entomología forense en Venezuela para dar resolución a casos en la investigación criminal aun no ha surgido, esta en camino, sin embargo estos insectos asociado a cadáveres proporcionan diversos beneficios dentro de las investigaciones criminal, en primer lugar, por las prerrogativas contempladas en el Código Orgánico Procesal Penal (COPP-198), cuando nos señala su utilidad a través de sus resultados encaminados a esclarecer el hecho y descubrir la verdad; segundo, para valorar los elementos de convicción (COPP-237); tercero, para confirmar o subestimar las informaciones suministradas por las personas involucradas directas o indirectamente con el hecho que se investigue; cuarto, para orientar la investigación criminal en la dirección correcta; quinto, para identificar e individualizar al autor y al medio empleado para la comisión del hecho; sexto, para establecer la circunstancia del hecho a través de la suma de los medios de prueba de individualización, identificación, de certeza y orientación que indican sobre la determinación de la calificación jurídica; séptimo, para ofrecerlos y promoverlos para el juicio oral; y otros beneficios que contribuyan al cabal desenvolvimiento de la investigación criminal.
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